Se escucho en un circo III ...

Los tambores resonando en mi cabeza solían sacarme siempre del letargo. Yo, como todo personaje tengo mis melodías, una que me pone en trance para dar la función de la noche y otra que me anuncia el fin de mis minutos de protagonismo. Hay quienes afirman que esa última tonada anuncia otro principio, para mi es un fin, en eso no admito discusiones.

Con la banda siempre he sentido afinidad, aunque distante, a veces hasta creo ver que sus notas llevan al público las emociones que yo soy incapaz de expresar, como si leyeran mi mente absorta en mantener el equilibrio, por eso me gusta la música, notas acústicas en particular.

Aún no entiendo la necesidad de sus disfraces, caras pintadas cual arlequines de siglos pasados, dando a sus rostros aires de nostalgia. Podrían tocar una sonora batucada para las bailarinas y seguir manteniendo el aire de anhelo, de algo que se perdió o algo que se busca, mensajes escondidos en notas graves de un contrabajo, alegrías perdidas entre cuerdas de violonchelos.

Que sería del show sin percusiones…