Noche de Insomnio XI

La casa tan vacía
una que otra pesadilla
sombras asomándose
en el cubo de la escalera
impiden mi paso a la dimensión
donde reina el sueño…

De niña despertaba diario por la madrugada, la razón siempre me fue tan incierta entonces como ahora. Me daba sed pero trataba de olvidarla, hacía esfuerzos por volver a dormir, me tapaba la cabeza con la colcha hasta que mi organismo dominaba mi voluntad y me hacía levantarme.

Ahí empezaba la tortura nocturna. Luces tenues se colaban por los grandes ventanales, anunciando la danza de siluetas que me saldrían al paso antes de llegar a la cocina: seres extraños se movían, figuras por momentos familiares volviendose amorfas; reproducciones exactas de las protagonistas de mis sueños más angustiantes, se trasladaban a un plano distinto. Para escapar solo podía cerrar los ojos o dormir de nuevo, y ninguna por desgracia era opción.

Si cerraba los ojos caería irremediablemente por las escaleras, si volvía a dormir, la sed podría cobrar venganza y traerlas a la película rodando en mi cabeza con título de pesadillas. Buscar un escudero que me acompañara era difícil a esa hora. Un día emprendí un largo viaje, que terminó al despertar en un lugar distinto. Ya no vi nada, las sombras se habían quedado en aquella casa.

Ilusa de mí, que al sentirme libre bajé la guardia…