10/30/2006

Reflexiones de ausencias semi prolongadas…

No me excusaré en falta de tiempo por mi desatención reciente a este blog, aunque debo alegar en mi defensa cierta revoltura de ideas. El caos ha reinado varios días en mi cerebro, cuya actividad hiperactiva no necesariamente es productiva.

Hasta ayer ya muy noche tuve un encuentro conmigo, de esos que terminan en insomnio y vómitos acuosos. El estar fuera hace que uno se pierda de muchas cosas alrededor, porque dejas de estar pendiente de las “noticias”, para despertar domingo por la mañana ya a gusto en tu casa, pero con la novedad de que la fuerza pública entró a Oaxaca.

Hay gente vitoreando a la PFP hasta con mantas, un periodista que parece ponerse rudo con el Gobernador de aquel estado y con el mismísimo Monseñor Abascal, y hasta un Cardenal que declara en cadena nacional que pues se agotaron las instancias y que cuando esto sucede tiene que reestablecerse el orden aún con la fuerza, o sea ¿La iglesia aprueba las acciones del gobierno aunque terminen en violencia y hasta con muertos? ¿El mensaje entonces es que debemos estar tranquilos por eso? Ah canijo, todo eso en un apenas tres días.

Para aclarar mi postura, no apoyo a la APPO ni al gobierno estatal y federal. Lo que vemos en Oaxaca es solo la explosión de una bomba de tiempo, de esas que andan por ahí en varios Estados del país. El juego de la política, esa que hace pactos con grupos “defensores de causas sociales” a cambio de dádivas y cotos de poder, esa que tiene prisionera a uno de los valores máximos de un país, que es la educación. Y esto nada mas es un ejemplo. El gobierno no puede deslindarse ahora de los mounstros que por generaciones han creado, francamente no le veo solución sencilla, es lo triste.

Se que se viven muchas injusticias en ese Estado, pero me declaro incompetente para ofrecer una solución, lo que no hace sentir mejor a mi estómago que me reclama la falta de propuesta.

Domingo de quincena, un refrigerador vacío obliga a una servidora a ir al súper por despensa, aún sabiendo de lo desagradable que podría ser esto, con la tienda abarrotada de gente. Entonces, mientras espero mi turno para las carnes frías, pasa una pareja con un niño, el tipo (que por cierto tenía cara de malviviente), le asesta un par te cachetadas al niño por yo no se que causa, ante la mirada de aprobación de la mujer, que también parece recriminar al niño. El pequeño llora y se hace bolita en el carrito del súper, hay quienes miramos con desprecio, pero que como sea no atinamos a hacer nada, y hay quienes ignoran por completo la escena, piden ahora una rebanada de jamón virginia de marca muy barata, siguen meditando su desición de compra.

Eso es, en pequeña escala creo yo, lo que sucede en este país y en muchas partes del mundo, ignoramos, observamos, reprobamos y hasta nos indignamos, pero no hacemos nada. Alguna vez dije a un amigo que no podía cambiar el mundo, pero si podía hacer mejor mi mundo. Una pregunta era lo que no me dejaba dormir...

¿A poco estoy haciendo mejor mi mundo?
Me la dejo de tarea…

10/18/2006

Crónica matutina de un Ave

Siempre me pregunté porque el ave maniaca picoteaba insistentemente el cristal de la ventana a mis espaldas. Uno ensimismado en el trabajo, pierde conciencia de cuanto acontece y mucho menos tiene tiempo para averiguar los motivos o razones de un ave. Escuchar el picoteo se volvió pronto parte de la rutina.

A las 8 de la mañana en punto, checaba tarjeta de asistencia, pasaba con el supervisor quien sin levantar la mirada entregaba los formatos a llenar durante la jornada, al momento que gritaba ¡Siguiente! Acto seguido me instalaba en el tercer escritorio de aquella fila interminable, sacaba del cajón de la derecha mi taza y esperaba paciente a que sirvieran el café, un logro sindical de los empleados.

Quitaba el forro a la máquina mientras el humo aromático despertaba mis sentidos, disfrutaba mucho el momento antes del primer sorbo. Casi al unísono empezaba el golpeteo de teclas, las campanas que anunciaban la siguiente línea, los sorbos. De fondo se escuchaba una melodía que de acuerdo a los expertos de personal, aliviaba el estrés laboral y mantenía a la gente concentrada en su labor.

Invariablemente a las 11:52, los picotazos interrumpían mi concentración. De nada sirvieron las cortinas que semanas antes había solicitado: ahí estaba de nuevo, nadie más parecía notarlo, yo mismo no debí prestarle atención, algo fallaba en mí, alterando los efectos de la música. Hoy sin embargo, me dio por observar a mí alrededor. El tecleo, la campana, el carrete, las miradas fijas sobre las hojas cuadriculadas, la música de fondo, la segunda ronda de café matutino ahora acompañada de un par de galletas, personas alienadas, el ave que no deja de picar el cristal.

Los supervisores habían dejado el recinto, así que decidí levantar la cortina para ahuyentar a la maldita ave que alteraba mi vida: ahí estaba, me miró por un instante para luego seguir concentrada en picar el cristal. Yo no vi nada peculiar, salvo leves fracturas, hasta que el ave picó justo en dirección a mi cara, me sobresalté defendiéndome inútilmente con los brazos, nada pasaba, el cristal era mi escudo, mientras pude comprender, todo mi cuerpo se había hecho presa de la angustia.

Entonces, el paisaje se transformó ante mis ojos: figuras multicolores, imágenes tridimensionales danzando de un lado a otro a un ritmo vertiginoso, azul brillante, púrpura intenso, naranja chillón, un fucsia etéreo; nunca vi espectáculo tan hermoso, mi corazón palpitaba con fuerza de la emoción, sentí un ligero dolor en los músculos de la cara, de lo más hondo de mi pecho explotó una sonora carcajada…
el ave sonrió: me había despertado.

10/10/2006

Se escuchó en un circo II

…Y terminó la actuación de los elefantes bailarines, el público aplaudía sin cesar, tremendas aptitudes de los paquidermos, talentos forjados a base de condicionamiento operante. Acto seguido el hombre del frac (nunca me aprendí su nombre) anunciaba el siguiente acto: los payasos.

Yo seguía observando desde las alturas, una vez aquí, el show se disfrutaba desde otra perspectiva ¿Pero que digo? ¡Disfrutar! Si a mí nunca me gustaron los circos, mi paso por este es mero circunstancial.

Aunque debo confesar un motivo secreto para no bajar, mi temor inusitado a los payasos; que yo recuerde nunca me hicieron algo que animara mi aversión, pero desde que caí aquí por gracia del destino, consideré prudente mantener cierta distancia. ¿Cómo se podía confiar en esos seres siempre cubiertos de maquillaje, haciendo bromas y riéndose a costa de los demás? Me cuesta entender que la gente les aplauda, ría con ellos y hasta tome fotografías.

El par que viene ahora sin embargo, me inspira cierta ternura. A su edad yo corría por los campos y trepaba árboles en la búsqueda de mi vocación; pero ellos, aquí, sirven de carne de cañón, simples patiños de Farolito, ese payaso maniaco protagonista de algunas de mis pesadillas, el peor de todos, la estrella del espectáculo ¿Qué culpa tienen ellos de que sus chistes sean en verdad malos? Como podrían divertir, cuando sus miradas ahogan gargantas de tristeza…

10/04/2006

Tu

Me estrello contra una página en blanco. Una idea, que tuve hace tres horas y escapó a falta de papel: por lo visto no voy a recuperarla. Quería escribirte un poema, sacar letra por letra el sentimiento que traigo atravesado desde que me intoxicaste con tus besos. Pero no sale, se niega, está cómodamente hospedado justo arriba de mi hernia hiatal, en el espacio que dejaron en la caja toráxica las angustias expulsadas durante un par de años.

Me heriste de muerte con tus letras. Ahora sonrío estúpidamente cuando pienso en aquel relato del hombre sin brazos, o poemas de seres inmundos que parecieran salidos de mis pesadillas, gusano suena agradable en tu voz, acompañada de la melodía lejana de zombi. Letras que se sienten, dejan huella al tiempo que se hacen amigas de mis ideas, todos los días descubriéndose algo en común.

Lo más terrible de todo es no sentir la usual angustia, dirigirme al matadero con los ojos abiertos, como tirarse al desfiladero sabiendo que podrías partirte la madre, pero sigues coqueteando con la orilla y dejándote seducir por el vacío y no importa. Yo, que despierto ya sin ganas de vomitar, platicando con mis uñas en recuperación, ignoro los torbellinos de preguntas de mi conciencia para vivir solo hoy y en tiempo presente.